03 marzo 2005


Venezia. Agosto 2004. Posted by Hello


Venezia. Agosto 2004. Posted by Hello


Venezia. Agosto 2004 Posted by Hello

01 marzo 2005

Venezia. Diciembre 2004.


Venezia, Italia. Diciembre 2004.
Josep Vilalta, 2004. © All rights reserved. Posted by Hello

Venezia. Diciembre 2004


Venezia, Italia. Diciembre 2004.
Josep Vilalta, 2004. © All rights reserved. Posted by Hello

Venezia. Diciembre 2004.


Venezia, Italia. Diciembre 2004.
Josep Vilalta, 2004. © All rights reserved. Posted by Hello

Telas de colores

Me sorprendo mirando en las etiquetas de las prendas de nuestras rebajas el origen de los productos en los que me intereso. Cuando miro el precio no dejo de pensar en todo el recorrido del producto hasta mis manos en este momento.

Algún rudimentario telar en algún poblado nepalí tejió la lana que un pastor trasquiló a sus ovejas. Manos femeninas tiñeron las telas de saturados colores, y luego realizaron inscripciones con improvisadas plumas empapadas en tinte indeleble. Escribían deseos en una lengua antigua, para que el viento los leyera alto y fuerte a dioses que no sabemos imaginar.

Los niños del poblado ayudaron a sus madres a recoger las telas tendidas y amontonarlas por colores. Más tarde observaron cómo las hábiles manos de sus madres recortaban las telas con unas plantillas de cartón y las iban cosiendo entre ellas. Mientras las piezas se iban amontonando en el suelo, los hombres preparaban a los animales para cargar con los fardos hasta el mercado de la ciudad más próxima. En pocos días estarían preparados para comenzar el viaje de un día entero bajando hasta el valle y siguiendo el cauce del río hasta la ciudad. Allí venderán el fardo de telas tejidas pesado con una desgastada báscula. El comprador meterá los fardos en el almacén, mientras el padre dará de beber a los fatigados animales, contando los pocos billetes que ha conseguido esta vez.

Nuestra caja de telas escucha un nuevo idioma cuando una mujer rellena los albaranes en la ciudad de destino, y firma el papel que confirma la entrega. La caja llega empujada a la trastienda. Los paquetes que contiene van siendo ordenados por jóvenes ágiles en estanterías metálicas, según el tipo y color.

Al día siguiente otra mujer visita el almacén y pide una de las cajas que contienen las telas, abonando su importe en metálico. Al salir de la tienda carga con la caja hasta el maletero de su coche, aparcado encima de la acera con los intermitentes puestos.

Al llegar a la tienda de la que es responsable, descarga la caja y abre los paquetes uno a uno, ordenando los productos en pilas separadas por colores. Algunos de ellos son colocados en estanterías de la tienda tras pegarles unas etiquetas con el precio, otros en el almacén de la trastienda y algunos más en el escaparate.

Quizás fue el día, que comenzó con un cielo cubierto y oscuro, el motivo que hizo que yo mirase el escaparate iluminado con pequeños focos halógenos, y me fijase en las telas de intenso color violeta y decidiese empujar la puerta de una tienda en la que no había reparado antes.

Eché un vistazo general: cojines, objetos de madera y coco, móviles hechos con despintadas latas de refresco, ropas de lanas multicolores, botellas, frascos y envases de comidas y especias desconocidas por mí.

Me acerqué a una estantería y cogí con cuidado la tela, girándola en busca de la etiqueta.
Junto al precio aparecía escrito “Handmade in Nepal”.

Ante este objeto de consumo me planteaba dos reflexiones:

  • Si el valor residía en el producto en sí, añadiéndole los valores de la marca que lo comercializaba,
  • o bien si el valor del producto residía en la historia que me ayudaba a tejer en mi cabeza el origen escrito en la etiqueta.

Al plantearme esto descubrí la gran injusticia que estaba cometiendo: había dejado de pensar en el producto como un bien fabricado por personas y lo había transformado en un simple objeto.

Pensé en la existencia de un hilo que conectaba las manos del pastor que trasquilaba a sus ovejas y mis manos ahora. ¿Cuántos kilómetros mediría ese hilo si hubiese comenzado a desliarlo desde el origen hasta ahora? Al salir de la tienda con mi producto hecho a mano envuelto en un sobre de papel reciclado, sentí fuertemente el pulso de la humanidad en aquel envoltorio.

“También somos como compramos” iba diciendo de forma muy clara una voz en mi cabeza.


Telas de colores. Artículo publicado en enero de 2005 en "Día 1 ",
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